De los textos a continuación se
te presentan, realiza la corrección correspondiente a los signos de puntuación,
que creas adecuados.
1er
ejercicio, de un cuento de Horacio Quiroga:
“El
almohadón de plumas”
pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones
confusas y flotantes al principio y que descendieron luego a ras del suelo la
joven con los ojos desmesuradamente abiertos no hacía sino mirar la alfombra a
uno y otro lado del respaldo de la cama una noche se quedó de repente mirando
fijamente al rato abrió la boca para gritar y sus narices y labios se perlaron
de sudor Jordán Jordán clamó rígida de espanto sin dejar de mirar la alfombra
Jordán corrió al dormitorio y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror
soy yo Alicia soy yo
2do
ejercicio, de un cuento de Edgar Allan Poe:
“El
corazón delator”
es cierto siempre he sido nervioso muy nervioso
terriblemente nervioso pero por qué afirman ustedes que estoy loco la
enfermedad había agudizado mis sentidos en vez de destruirlos o embotarlos y mi
oído era el más agudo de todos oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el
cielo muchas cosas oí en el infierno cómo puedo estar loco entonces escuchen y
observen con cuánta cordura con cuánta tranquilidad les cuento mi historia me
es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez pero
una vez concebida me acosó noche y día yo no perseguía ningún propósito ni
tampoco estaba colérico quería mucho al viejo jamás me había hecho nada malo
jamás me insultó su dinero no me interesaba me parece que fue su ojo sí eso fue
tenía un ojo semejante al de un buitre un ojo celeste y velado por una tela
cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre y así poco a poco muy
gradualmente me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para
siempre
3er
ejercicio, de un cuento de Guy de
Maupassant:
“Bola de Sebo”
la mujer que iba a su lado era una de las que
llaman galantes famosa por su abultamiento prematuro que le valió el
sobrenombre de Bola de Sebo de menos que mediana estatura mantecosa con las
manos abotagadas y los dedos estrangulados en las falanges como rosarios de
salchichas gordas y enanas con una piel suave y lustrosa con un pecho enorme
rebosante de tal modo complacía su frescura que muchos la deseaban porque les
parecía su carne apetitosa su rostro era como manzanita colorada como un
capullo de amapola en el momento de reventar eran sus ojos negros magníficos
velados por grandes pestañas y su boca provocativa pequeña húmeda palpitante de
besos con unos dientecitos apretados resplandecientes de blancura poseía
también a juicio de algunos ciertas cualidades muy estimadas en cuanto la
reconocieron las señoras que iban en la diligencia comenzaron a murmurar y las
frases vergüenza pública mujer prostituida fueron pronunciadas con tal descaro
que le hicieron levantar la cabeza fijó en sus compañeros de viaje una mirada
tan provocadora y arrogante que impuso de pronto silencio y todos bajaron la
vista excepto Loiseau en cuyos ojos asomaba más deseo reprimido que disgusto
exaltado
Solución
1er
ejercicio, de un cuento de Horacio Quiroga:
“El almohadón de plumas”
Pronto,
Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente
abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldó de la
cama.
Una noche
se quedó de repente mirando fijamente, al rato abrió la boca para gritar, y sus
narices y labios se perlaron de sudor.
-¡Jordán! , ¡Jordán!- Clamó, rígida de
espantó sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio y al verlo
aparecer, Alicia dio un alarido de horror.
-¡Soy yo, Alicia, soy yo!-
2do
ejercicio, de un cuento de Edgar Allan Poe:
“El corazón delator”
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso,
muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy
loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o
embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en
la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar
loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta
tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea
me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche
y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería
mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no
me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante
al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo
clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me
fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
3er
ejercicio, de un cuento de Guy de Maupassant:
“Bola de Sebo”
“La
mujer que iba a su lado era una de las que llaman galantes, famosa por su
abultamiento prematuro, que le valió el sobrenombre de Bola de Sebo; de menos
que mediana estatura, mantecosa, con las manos abotagadas y los dedos estrangulados
en las falanges -como rosarios de salchichas gordas y enanas-, con una piel
suave y lustrosa, con un pecho enorme, rebosante, de tal modo complacía su
frescura, que muchos la deseaban porque les parecía su carne apetitosa. Su
rostro era como manzanita colorada, como un capullo de amapola en el momento de
reventar; eran sus ojos negros, magníficos, velados por grandes pestañas, y su
boca provocativa, pequeña, húmeda, palpitante de besos, con unos dientecitos
apretados, resplandecientes de blancura.
Poseía también -a juicio de algunos-
ciertas cualidades muy estimadas.
En cuanto la reconocieron las señoras
que iban en la diligencia, comenzaron a murmurar; y las frases "vergüenza pública",
"mujer prostituida", fueron pronunciadas con tal descaro, que le
hicieron levantar la cabeza. Fijó en sus compañeros de viaje una mirada, tan
provocadora y arrogante que impuso de pronto silencio; y todos bajaron la vista
excepto Loiseau, en cuyos ojos asomaba más deseo reprimido que disgusto
exaltado.”